Agua y fuego en los frutales de Aragón para evitar los daños por las heladas

Agua y fuego en los frutales de Aragón para evitar los daños por las heladas

Los agricultores de la comarca de Calatayud, los más afectados por las bajas temperaturas, llevan días realizando riegos antiheladas y sembrando sus campos de antorchas y candelas para proteger los brotes.

La noche del pasado miércoles fue la peor, pero los fruticultores aragoneses llevan ya casi diez días luchando contra las bajas temperaturas y unas heladas que están poniendo en peligro la producción de fruta, especialmente la de hueso y principalmente en la comarca de Calatayud.

Por eso, y aunque no seria lo habitual si las temperaturas no fueran gélidas, en los campos de la zona del Manubles los árboles no dejan de recibir agua por aspersión. Son los riegos antiheladas, un sistema que está basado en el efecto de la liberación de calor (80 calorías por gramo de agua) que se produce cuando el agua a cero grados pasa de estado líquido a sólido. De esta manera se mantiene sobre las partes más sensibles de la planta una mezcla de agua y hielo, a unos cero grados centígrados, que evita que se alcance el umbral crítico de temperatura de la planta.

«Es una solución, aunque a veces el problema se produce cuando las heladas son muy fuertes y largas, porque el árbol tiene que soportar una gran carga de hielo», explica Francisco Ponce, fruticultor y secretario provincial de UAGA en Zaragoza, que avanza que el riesgo que se corre con este sistema es que al tener que aportar agua al fruto y al haber tanta humedad se incrementa la amenaza de sufrir plagas, como el fuego bacteriano y otro tipo de hongos. “Pero primero hay que salvar la cosecha”, insiste.

El riego no es la única arma utilizada por los fruticultores para luchar contra el hielo. En la comarca de Calatayud también se ve fuego en las noches heladas. Los agricultores colocan unas candelas o velas de parafina, una especie de cera que no produce cortinas de humo pero que calienta el aire en torno a la planta. “Algunos productores han vuelto a métodos más tradicionales, como las latas en las que se quema madera o en las que se utiliza pacas de paja”, explica Ponce, que detalla que con estos sistemas lo que se pretende es evitar la escarcha, para que no haya riesgo de que el hielo “robe el calor a la planta”.

Ponce insiste en la importancia de estas técnicas para impedir que las gélidas noches vividas en la Comunidad terminen por arruinar una cosecha cuya floración se ha adelantado por las primaverales temperaturas de febrero y marzo.
Un coste añadido

Sin embargo, el representante de UAGA, que reconoce el beneficio de estas alternativas, asegura que “suponen también un importante gasto para los agricultores”. A los costes del riego hay que añadir el precio del combustible para la maquinaria que se utiliza. Se suma además que cada candela cuesta ocho euros y es necesario instalar entre 150 y 300 por hectárea. “Y apenas duran una noche”, puntualiza Ponce. Si lo que se utiliza con quemadores, el desembolso se eleva a 300 euros por día, añade el sindicalista.

De momento es pronto para comenzar a hablar de pérdidas, porque además, como señala este fruticultor, aún queda tiempo para comenzar la campaña (la cosecha comenzará en mayo) y «no estamos libres de tener que soportar alguna otra helada».

Ponce avanza, sin embargo, que en la zona del Manubles podría haber daños en hasta un 50% de la producción de fruta de hueso, aunque la de pepita «se va salvando».

No solo los frutales de la comarca de Calatayud está sufriendo el frío invernal. Otras zonas productoras en la Comunidad, como Valdejalón o el Bajo Cinca, no se han librado de las bajas temperaturas, aunque en estos casos el mercurio no ha caído por debajo de los cero grados por lo que incluso ha servido «para que se haga un aclareo natural».